Berta era
la pequeña de la familia y cuando nació todos se quedaron muy sorprendidos al
ver que había nacido sin sus topitos rojos. Su piel era bella y tersa y lucía
siempre hermosa y brillante pero para Berta suponía un problema, ya que no era
como las demás mariquitas. No tenía topitos rojos.

Sus
padres y amigas siempre la animaban pues consideraban que a pesar de haber
nacido sin topos rojos era una mariquita muy hermosa, su vuelo era muy ligero y
admirado por todos y su voz dulce y melodiosa conquistaba a cualquier insecto
que revolotease por los alrededores. Pero aun así, Berta seguía triste y se
comparaba con el resto de marquitas.
-
Quizás, si yo tuviera
topitos me sentiría feliz y contenta como el resto de las mariquitas- pensaba
para si misma Berta.
Y día
tras día, los papás de Berta y sus
amigas la veían cada vez más triste pese al cariño que ellos le ofrecían.

Un día
Berta pensó que si seguía sin sus topitos no sería nunca feliz y decidió partir
en la búsqueda de sus topos rojos.
-
No puede ser que yo haya
nacido sin topitos rojos. Seguro que se encuentran en algún lugar esperando que
yo los encuentre- meditaba para si misma Berta.

Así que
de esta manera, anduvo sin descanso, rodeó valles, ríos y montañas. Conoció a
muchos otros animales que admiraban realmente la belleza de su voz y de su
bonita piel. Pero a Berta no le servía de nada las alabanzas, ella quería poder
ser como el resto de mariquitas y poder lucir en su piel, los bonitos topitos
rojos al igual que sus compañeras.
Un día se
encontró con una gran abeja que muy dulcemente le preguntó:
-
Hola preciosa mariquita.¿ Qué
haces solita caminando por estos pasajes?- le preguntó la abeja.
-
Hola. Me llamo Berta y voy
en busca de mis topitos rojos- dijo inocentemente la mariquita.
-
Pero ¿ por qué quieres
encontrarlos?- dijo la abeja. Yo te veo muy bien sin ellos- exclamó
sinceramente .

-
Bueno, en tal caso, yo puedo
ayudarte a fabricar unos- dijo muy convencida la abeja.
¡¡Ah si!!!- exclamó Berta. ¿ Y cómo los podemos fabricar?
– dijo Berta.
-
Con él podremos añadir a
tu bonita piel unos bellos topitos. De esta manera te sentirás como el resto de
tus amigas y volverás a sentirte feliz- dijo la abeja.
Así que
los dos insectos comenzaron a elaborar los topitos. Recogieron polen de
diferentes plantas y los aplicaron sobre la piel de Berta.

-
Por fin- exclamó contenta.
Ahora ya puedo volver al poblado y se feliz como el resto de mariquitas.

-Pero no
puede ser- lloraba desalentada la pequeña mariquita. Ya estoy de nuevo sin mis
topitos.
Berta
lloraba y lloraba desconsoladamente. En aquel momento se le apareció una linda
mariposa.
-
¿ Por qué estás llorando
preciosa mariquita?- le preguntó la mariposa.
-
Soy una mariquita
desgraciada, no puedo ser feliz sin mis topitos- lloraba muy decepcionada
Berta.
-
Tú me dices esto porque a
ti no te faltan tus bonitos colores, pero estoy segura de que sin ellos
estarías igual de triste que yo- dijo Berta.
-
Pues quizás tengas razón.-
contestó la mariposa.
-
Quizás conozca a alguien
que te puede ayudar- dijo la pequeña mariposa.
-
¡¡Ah si!! Contestó la mariquita.
Te acompañaré donde sea con tal de poder conseguir unos preciosos topitos- dijo
Berta.
-
Buenos días señor Castor-
dijo la mariposa. Queríamos que nos ayudaras a fabricarle a Berta unos bonitos
topitos rojos con la ayuda de tus pigmentos y de tus pinturas.
-
Pues habéis venido aparar
a un buen lugar- dijo el castor. Soy uno de los mejores pintores que
existen por estos alrededores.
Y dicho esto el castor empezó a pintar sobre la piel de
Berta unos grandes topitos rojos.


-
Pero no puede ser- lloraba
de nuevo Berta. De nuevo he perdido mis topitos rojos.
Y Berta
comenzó a llorar de nuevo desconsolada pensando que nunca encontraría la
belleza y la alegría que estaba buscando mediante sus topitos rojos.

-
Hola pequeña mariquita. ¿ Por
qué estás llorando? – le preguntó la araña.
-
Lloro porque soy una
mariquita sin topitos. Sin mis topitos rojos nunca llegaré a ser igual de bella
y feliz como lo son el resto de mariquitas- explicó Berta a la araña.
-
Pero yo te veo muy bien
así- dijo la araña.
-
Tú me dices eso porque a
ti no te falta hilo con el que tejer tu telaraña. Si te faltara seguramente te
sentirías igual de triste como me siento yo- dijo Berta.
-
Pues quizás tengas razón-
dijo la araña. Yo te puedo ayudar a fabricar un hermoso traje de topitos rojos
con mi hilo.
Y de esta
manera la araña le confeccionó a Berta un hermoso traje de topitos rojos.
-
Ahora si que mis topitos
no se irán volando ni desaparecerán como consecuencia de la lluvia o el viento-
exclamaba muy contenta Berta.
Y de
nuevo muy alegremente se dirigió de vuelta a casa con la emoción de encontrarse
con sus compañeras.

Cuando llegó
al país de las margaritas quiso esperar a ponerse el traje al día siguiente
para dar una sorpresa a todas las mariquitas del poblado durante la fiesta que
celebraban cada año para la primavera.
En cuanto
amaneció , Berta muy contenta y emocionada salió apresuradamente de casa para
reunirse con todos sus amigos y poder mostrarle su traje de topitos.
En cuanto
la vieron aparecer todos comenzaron a abrazarla y besarla por el feliz reencuentro:
-
Menos mal que has vuelto-
decía una de las mariquitas. Temíamos que te hubieras perdido o que te hubiera
pasado algo por el camino.
-
¡Pero qué guapa estás! –
decía otra de las mariquitas a Berta: Te hemos echado mucho de menos
Y todas
juntas celebraron el día de la primavera, saltando , riendo y brincando por
todas las hermosas margaritas que comenzaban a florecer en los jardines.
El tiempo
se le pasó rápidamente y Berta se sentía más hermosa y feliz que nunca.
-
Estoy muy feliz y todo
gracias al traje de topitos que me fabricó la araña. Ahora ya me siento como el
resto de mis compañeras. Me siento llena y feliz- pensaba Berta para si misma
mientras no paraba de jugar con todas sus compañeras.
Cuando
comenzó a anochecer Berta se despidió de todas ellas y se dirigió a casa muy
feliz y animada.
-Ya
nunca más me sentiré diferente, nunca más me sentiré vacía. Con mi traje ya soy
una verdadera marquita- meditaba feliz la pequeña Berta.
Pero
cuando Berta se miró en el reflejo del agua del rio se dio cuenta que con las
prisas y nervios de ese día, se le había olvidado ponerse el traje de topitos,
que permanecía intacto en uno de sus armarios

Así que
de esta manera Berta descubrió que realmente para ser feliz no le hacía falta
compararse con las demás mariquitas, que realmente no le hacían falta los
topitos rojos para sentirse igual de bella que sus compañeras. Finalmente aprendió que lo importante es aceptarse tal y como uno
es, y que el ser diferente al resto no implica ser mejor ni peor que ellos ya
que la belleza radica también en las diferencias.

Y colorin
, colorado , este cuento se ha acabado.
Mónica
Zambrano . Los Wikicuentos multiculturales.
-
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