Erase una vez, hace mucho tiempo vivía un sapito al que
llamaban Federico.
Federico era muy conocido por todos los lugares, ya que
siempre viajaba solo, acompañado por su gran sombrero de paja. Nunca comía
insectos ni se le veía nadar por ríos ni por las charcas. Su única distracción
era caminar y caminar por los bosques y senderos cantando su famosa canción:
“
El sapito Federico muy solito está, diferentes son sus gustos y no es como los
demás. Mi alimentación condicionada está, a encontrar alguna baya con la que
poderme alimentar”
Todos los animales del bosque miraban extrañados al
sapito Federico, al que consideraban muy excéntrico y nada convencional. Era
muy extraño que no se dedicara a cazar moscas y mosquitos como el resto de sapitos
y que nunca se le hubiera visto metido en el agua.
Un día mientras Federico caminaba se topó con una alegre
mariposa. La mariposa se le quedó mirando extrañada y finalmente se atrevió a
preguntarle.
-
Federico , Federico ¿ Porque siempre caminas solito? ¿Por
qué no nadas como el resto de tus compañeros?- pregunto la linda mariposa
posándose en el sombrero de Federico.
-
Pues verás querida mariposa. Yo camino porque no me gusta
nadar- dijo Federico.
-
Pero eso es muy extraño. A todos los sapitos les gusta el
agua- dijo la mariposa revoloteando por su cabeza.
-
Si, es cierto, pero yo soy diferente. Un día alguien me
dijo que yo no era como los otros sapitos, que mis piernas no eran lo
suficientemente fuertes ni vigorosas para poder nadar. Me dijo que si algún día
me atrevía a meterme en la charca, seguramente moriría ahogado- dijo el sapito.
Así que decidí que nunca más volvería a nadar. Ahora ya me he acostumbrado a la
tierra firme y hasta me gusta caminar- dijo
Federico.
Y dicho esto
prosiguió su camino hasta que de repente se encontró delante de un cervatillo
que le preguntó dulcemente.
-
Sapito, sapito, ¿Por qué siempre andas con ese gorrito?-
dijo el cervatillo mirando el enorme sombrero que Federico llevaba puesto
encima de su cabeza.
Y dicho esto
continuó su camino entonando y entonando su curiosa canción. Paró unos minutos
a descansar y comenzó a alimentarse de las pequeñas bayas que encontró por el
camino. En ese momento se le acercó una
pequeña ardillita y mirándolo extrañada le preguntó:
-
Federico, Federico ¿cómo es que no comes insectos como
los otros sapitos?
-
Pues verás pequeña ardillita. Un día alguien me dijo que
yo no era como el resto de los sapitos, que mi lengua no era lo suficientemente
larga como para poder alcanzar a las moscas y a los mosquitos. Así que decidí
no volver a cazar más insectos y comencé
a alimentarme de los pequeños frutos o bayas que me encuentro por el camino-
explicó detalladamente Federico.
Y dicho esto
continuó su camino. De repente se levantó una ventolera atroz y el sombrero de
Federico salió volando por los aires. Federico corrió y corrió tras él,
llorando y gritando por el miedo a quedarse sin su protección solar. Mientras
corría pensaba para sí mismo:
_ Oh , pobre de mí.
¿Que haré ahora sin mi lindo sombrerito?- gritaba Federico.
Mientras corría
detrás de su enorme sombrero, no se dio cuenta de que entraba en una gran
laguna llena de preciosos nenúfares y de plantas de colores.
De repente Federico
se adentró en la laguna. Por primera vez notó la ligereza del agua bajo sus
piernas y sin darse apenas cuenta comenzó a nadar y a nadar hasta que por fin
dio alcance a su gran sombrero de paja.
-
Menos mal que he conseguido alcanzarlo- pensó Federico.
Dicho esto Federico
comenzó a darse cuenta de que había podido alcanzar su sombrero gracias a que
había nadado muy rápido.
-
Quizás si no hubiera nadado tan rápido ..,. Creo que caminando
nunca lo hubiera alcanzado- dijo meditando Federico para sí mismo.
Y dicho esto salió
de la laguna y se sentó a reposar unos minutos sobre una roca.
Mientras pensaba en
la experiencia que había supuesto para él el hecho de nadar, no se dio cuenta
que el sombrero volvió a elevarse por los aires debido a la ventolera que
azotaba en el jardín.
-
Pues me ha gustado mucho poder moverme entre las aguas de
esta linda laguna. Quizás mis piernas no eran tan delgadas como me hicieron
creer- respondió Federico mirando asombrado
sus preciosas piernecitas.
Y dicho esto siguió
su camino. De repente se dio cuenta de que caminaba sin su enorme sombrero de
paja.
-
¡Oh Dios mío! ¿Donde ha ido a parar mi sombrerito?- dijo
Federico alarmándose de nuevo.
Pero tras una pausa
pudo comprobar que su piel permanecía linda, tersa y ahora más brillante que
nunca gracias al hecho de haberse mojado en la laguna.
-
Pues quizás mi piel necesitaba el agua de las lagunas
para poder hidratarse- pensaba Federico. Puede ser que no sea tan diferente
como alguien me hizo creer- dijo Federico .
Así que de repente, Federico sin pensárselo dos veces
decidió proseguir su camino, pero ahora lo haría nadando. Se había dado cuenta
de que adelantaba más nadando por las
charcas que no a pie bajo el sol abrasador. Además de esta manera no necesitaba
la ayuda de ningún sombrero ni de nada externo, ya que el agua misma le servía
de protección.
Mientras nadaba se encontró con un pequeño pajarito que
se había caído de su nido y que luchaba con todas sus fuerzas para poder salir
del agua.
-
¡Oh dios mío! Se ahogará bajo el agua- exclamó Federico.
No te preocupes pequeño pajarito.
Y dicho esto Federico de manera instantánea lanzó su
larga lengua en dirección del pequeño pajarito y lo consiguió desplazar hacia
el principio de la orilla.
-
Muchas gracias- dijo el pajarito mirando asombrado a
Federico. Sin la ayuda de tu fuerte lengua me hubiera ahogado en el interior
del agua.
Federico acabó de despedirse del pajarito y continuó su
camino asombrado por la ayuda que había ofrecido. Se sentía muy orgulloso de si
mismo y contento por las nuevas cosas que había aprendido durante su camino.
-
Pues quizás mi lengua no era tan diferente como la del
resto de sapitos- dijo Federico.
De esta manera Federico prosiguió su camino, nadando,
disfrutando del sol y alcanzando insectos con su lengua como nunca habría
tenido que dejar de hacer. Se dio cuenta de que así se sentía más feliz,
contento y libre que antes, nadaba despreocupado sin temor a quemarse o a no
poder nadar. Ya no necesitaba gorros ni miedos inventados a los que aferrarse.
Sus cualidades no eran diferentes a las del resto de sapitos.
Ahora la canción de Federico sonaba más alegre que nunca,
ya que esta si que salía de su verdadero interior:
“
Mira el sapito Federico como nadando va, libre y despreocupado su canción
vuelve a entonar, ya que ni sombreros ni temores volverán nunca más, a invadir
su lindo corazoncito jamás”
Así fue como Federico descubrió que nada más vale que la
experiencia propia de cada uno, que no hay que dejarse influenciar por las
opiniones ajenas que en muchas ocasiones suelen estar erradas.
Y colorín, colorado …este cuento se ha acabado
Monica Zambrano. Los wikicuentos multiculturales.
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