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Bruno el ciempiés


Bruno el ciempiés:

Cancion Bruno

Català





Erase una vez en el jardín de las amapolas vivía un pequeño ciempiés llamado Bruno.

Bruno desde pequeñito siempre había ido al colegio y era conocido por todos sus compañeros por su gran torpeza cuando caminaba. Bruno siempre tropezaba con cualquier objeto que se encontrara por su camino y todos sus amigos siempre acababan riéndose de él.

Con el tiempo Bruno se acostumbró a las burlas de sus compañeros y ya las aceptaba como algo natural. Cuando veían a Bruno aparecer todos sus compañeros ciempiés comenzaban a gritar;

-          Bruno, Bruno , el ciempiés torpudo. Cuidado no mires a donde pisas, que así nosotros nos moriremos de risa....

Y todos se reían divertidos esperando que Bruno se volviese a caer. Las clases de gimnasia eran realmente divertidas para el resto de ciempiés que disfrutaban de lo lindo pasándole la pelota de básquet a Bruno y viendo el lio de pies que se hacía el pobre intentándola controlar.

Para Bruno el básquet no era tan divertido.

Llegó un día en que ninguno de los compañeros ciempiés de Bruno quería que él  formara parte de su equipo, ya que pensaban que siempre perdían por su culpa ya que tropezaba una y otra vez y hacía tropezar con él a los demás.

El pobre Bruno acabó recogiendo pelotas y yendo a buscar agua a la fuente más cercana para ofrecer a sus compañeros después de cada partido.

Uno de los días en que Bruno se dirigió a la fuente comprobó que no había agua y para evitar las represalias de sus compañeros decidió ir a buscarla al río que se encontraba en el bosque.

Bruno mientras caminaba en dirección al rio, pensaba en intentar no tropezar cuando recogiese el agua, ya que no quería tener que volver a buscar más al rio si se derramaba por el camino.

Cuando llegó allí, vio cerca de la orilla del río a una pequeña ardillita que se encontraba recogiendo nueces en el bosque.

-          Hola, pequeña ardillita- dijo Bruno. ¿Qué haces en el bosque?

-          He venido a recoger nueces- dijo la ardilla. Pero ahora estoy descansando un poquito ya que he dado tres vueltas ya.

-          ¿Tres vueltas? ¿ Que quieres decir que vas y vienes cada vez a por una nuez?- dijo Bruno a la pequeña ardillita.

-          Pues si. La verdad es que me pesan mucho y tengo que venir a buscarlas y transportarlas de una en una- dijo la pequeña ardilla.

-          Si quieres yo te puedo ayudar. Quizás si utilizas un pequeño carrito te será más fácil transportarlas. Yo te puedo ayudar a fabricar uno- dijo Bruno muy ilusionado por poder ayudar a alguien.

Y dicho esto Bruno dejó el cubito de agua en el suelo y se dirigió al bosque a recoger unas cuantas ramitas , unas cuantas hojas y alguna piedra y se dispuso a fabricarle un pequeño carrito a la ardillita.

Cuando hubo acabado la ardillita se puso muy contenta y le invitó a ir a su casa del árbol para merendar.

Bruno decidió acompañar a la pequeña ardillita a su casa aceptando con gusto la propuesta.

Cuando llegaron a la casita Bruno se quedó muy asombrado por lo hermosa que era, tanto interior como exteriormente.

La pequeña ardillita le ofreció bebida de frambuesa y unas pequeñas nueces.

Cuando se sentaron a merendar la ardillita le preguntó a Bruno la razón por la cual estaba en el rio y él le explicó que había ido en busca de agua para sus compañeros ciempiés.

-          ¿ Y por qué tienes que ir tú a buscarla? – dijo la bonita ardillita.

-          Pues porque nadie me quiere en su equipo- contestó tristemente Bruno.

-          ¿ Y eso porqué?- preguntó asombrada la pequeña ardillita.

-          Pues verás. Es que soy muy torpe- contestó Bruno. Siempre tropiezo y me caigo al suelo. Todos se mofan y se ríen de mí. Me consideran tonto y torpe y por eso nadie me quiere- dijo tristemente.

-          Pues yo creo que no eres nada tonto. Me has ayudado a transportar de manera fácil las nueces  construyendo muy rápidamente el carrito.- dijo sinceramente la ardillita. Quizás tus caídas se deban a alguna  otra razón desconocida. Quizás no se deba a tu falta de inteligencia o a tu torpeza. A ver déjame mirar un momentito tus pies- dijo la ardillita.

-          ¿Quieres que te enseñe mis cien pies?- dijo todo alarmado Bruno.

-          No me bastará con que me enseñes uno- dijo riéndose la ardillita.

Y dicho esto Bruno se quitó una de sus botitas y enseñó su lindo piececito a la ardilla.

-          Ummm! Ya veo ya- dijo la ardilla.

-          Ah sí. ¿Que ves pequeña ardilla?- dijo muy sorprendido Bruno.

-          Pues que tienes los deditos en garra. Eso quiere decir que el calzado te viene pequeño- dijo la ardilla muy convencida.

-          Pero si todos los ciempiés tenemos el mismo calzado y el mismo número- dijo Bruno. Todos usamos los mismos zapatos. En cuanto nacemos nos los ponen y los llevamos permanentemente hasta que morimos. Los pasamos de generación en generación, es  como una especie de sello familiar y de distintivo de especie- dijo Bruno muy convencido.

-          Pues quizás tú tengas los pies un poquito más grandes que el resto de los de tu especie y necesites nuevos zapatos- dijo la ardilla. Si quieres yo te puedo ayudar a fabricar nuevos zapatos al igual como tú me has ayudado a fabricar el carrito- dijo la ardilla muy convencida. Soy una muy buena costurera.

Y dicho esto la ardilla comenzó a medirle los pies a Bruno y a realizar diferentes patrones. Cuando los finalizó se dirigió al bosque para comprar tela y hilo para dedicarse todo el día a la fabricación de las botitas para Bruno.

Con mucha paciencia y con la ayuda de otras compañeras ardillas, tejió y tejió las cien botas para Bruno, con sumo cuidado para ajustárselas al máximo y que no le apretaran ni se les escurrieran.
Al anochecer Bruno ya tenía preparadas sus botitas.

-          Mira Bruno. Pruébatelas ahora y verás como con ellas puestas ya no tropiezas tanto- dijo la ardillita a Bruno.

Bruno muy emocionado se puso una a una sus cien botas y cuando hubo acabado se dirigió a la salida de la casita del árbol y caminó unos cuantos metros. Su ilusión fue enorme cuando descubrió que con ellas puestas era capaz de correr y de saltar sin caerse ni tropezarse ni una sola vez.

-          ¡Mira linda ardillita!!! . ¡Has visto lo ágil que soy ahora!!!! Mira lo bien que camino. No soy torpe. Simplemente necesitaba un número más en mis lindas botitas- dijo Bruno muy contento.

-          Perfecto. Ya sabía yo que no eras nada torpe- dijo muy contenta la ardilla. Ahora cuando vayas al jardin de las amapolas todos tus compañeros se darán cuenta de que lejos de ser torpe eres mucho más ágil y fuerte que ellos ya que tienes el pie más grande que cualquier ciempiés de tu especie. Eres muy especial Bruno. Ahora ya no se burlarán nunca más de ti.

-          Muchas gracias linda ardillita. Ahora sé que nunca más volveré a tropezar, porque el problema no lo tenía yo sino las botas con las que me obligaban a caminar- dijo Bruno muy ilusionado.

-          Serás el primer ciempiés que utilice un número más de calzado. Eres el más evolucionado de todos los de tu especie- ¿Te has dado cuenta de la importancia de esto?- dijo la ardilla muy contenta. Ahora en vez de ser criticado serás admirado por todos.

Y dicho esto Bruno partió hacia su hogar muy contento. Durante todo el recorrido no cayó ni una sola vez y lo pudo realizar más rápidamente que ningún otro día.

Cuando los compañeros lo vieron aparecer empezaron de nuevo a cantarle la canción burlona pero de repente todos palidecieron y se quedaron mudos al ver aparecer a Bruno con el cubito de agua sobre su cabeza, saltando y corriendo sin tropezar y sin derramar ni una sola gota de agua.

-          ¿ Habéis visto a Bruno?- dijo uno de los ciempiés.

-          No puede ser él – dijo otro de los ciempiés.

-          No ha tropezado ni una sola vez. ¡¡Y mirad como corre!!

Bruno se dirigió hacia sus compañeros y dejó el cubo de agua en el suelo.

-          Hola chicos. Os he traído el agua. Pero hoy quiero jugar el partido- dijo Bruno seriamente.

Los chicos aceptaron  que Bruno jugara con ellos temerosos todavía de las consecuencias que esto tendría y si haría que perdiesen tropezando como era costumbre.

Para sorpresa de todos Bruno comenzó a destacar por su agilidad y comenzó a realizar canastas una y otra vez dejando asombrados a todos sus compañeros.

-          Pero Bruno. ¿Que te ha pasado?- dijo uno de ellos. ¿ Cómo es que ya no tropiezas ni te caes al suelo como antes?.

-          Pues he descubierto que mis pies son más grandes que los vuestros y me he cambiado de botitas. Ahora con estas nuevas puedo correr mucho más y me siento más fuerte y más ágil- dijo Bruno. Soy el primer ciempiés del planeta con el número tres de zapato- dijo muy ilusionado.

-          ¿NO me digas que usas el número tres? Nunca antes ningún ciempiés ha usado ese número…pero eso significa que nuestra especie está evolucionando y tu eres el primero de la nueva generación de ciempiés- dijo asombrado otro de sus compañeros.

-          ¡Madre mía ¡ Y nosotros pensábamos que eras el más torpe de todos y ahora resulta que tienes unos genes más avanzados que el resto de nosotros. Ahora podrás caminar y correr más rápido y veloz que ninguno de nosotros- dijo otro de los ciempiés.

Y así fue. Bruno con sus nuevas botitas comenzó a resaltar cada vez más en los deportes que realizaba y comenzó a hacerse famoso por todos los lugares como el primer ciempiés con el número tres de calzado.  Todos celebraron junto con él el nuevo avance de su especie y Bruno ya no fue considerado nunca más como un  ciempiés torpón.

Es por esta razón que en muchas ocasiones el que parece tonto no lo es en realidad , su aparente torpeza tan solo es debida a que en el fondo es más listo que los demás.


Y colorín, colorado..este cuento se ha acabado.

Los wikicuentos multiculturales.

Mónica Zambrano.


  

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